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Al centro de mi corazón

Setiembre, octubre, noviembre en Perú, Bolivia

albano, Inchon (Korea del sur), enero de 2000

Perú - y de repente el paisaje se vuelve plano. Llego a Sullana y, el próximo día a Piura. El rasgo sobresaliente de estas ciudades son los omnipresentes taxis motocicletas a tres ruedas. En la carretera panamericana al sur de Piura, ciclistas han sido atacados. Una de las victimas era mi compañero del inicio del viaje, Jonas, pués decido tomar la vieja ruta, que es un poco más largo y más seguro - como se dice. Normalmente no me molesta la gente que me pregunta la hora actual, pero el hombre a la izquierda de la pista haciendo eso quando salgo de Piura está mal puesto con su broma, porque las malas experiencias de mi amigo empezaron de la misma manera. Pero yo tengo otros problemas. Las espinas del desierto y mis neumaticos de vuelta no concordan, y trabajo más en las ruedas que en los pedales.

Aquí, otra vez más, encuentro gente hospedable, pero rehuso una invitación después de haber avanzado solo diez kilometros éste día. La misma noche, llego a Lambayeque, dónde visito el museo Brüning que expone las ricas galas que se encontró en la tumba del señor de Sipan, un regente importante de una época pasada. Hago un corto descanso del viernes al sábado en Chiclayo. Este ciudad tiene menos habitantes que Piura, pero parece más grande. El viaje continua por verde suculento, debido al riego, o por desierto gris hasta marrón con solo poca vegetación resistente. Más o menos lo mismo por toda la costa. La noche antes de llegar al encantador Trujillo, disfruto una invitación de dos vigilantes observando una estación de pesaje de camiónes que todavía no está en servicio.

La mayor parte de las noches próximas, solo planto mi tienda de campaña en medio da las dunas. Encuentros interesantes son raros. Algo especial son los peregrinos caminando de Lima a la frontera del norte del país. Dos días antes de llegar a la capital, la tristeza de los alrededores se aumenta aún más cuando conduzco en la carretera a cuatro carriles, desafiado por un implacable viento del sur desde el mar, rodeado por niebla y camiónes que me pasan. El próximo día, mi misma bicicleta pasa como camión, cuando la policía me permite usar la llana carretera de costa, a cual normalmente solo trafico pesado puede entrar.

Con cuidado, me acerco a la grandísima ciudad de Lima . Solo después de una noche en los alrededores, me voy al centro. Otra vez más, hay gigantescos contrastes: avenidas anchas y calles estrechas, ricos edificios históricos como chozas gastadas - y eso sín visitar los barrios de clase superior en la costa. Las diferencias también se reflejan en los precios de los restaurantes. Tomo unos días de descanso y aprovecho de los bajos precios de la renta de computadoras para trabajar en mis páginas de internet, entre otras cosas.

El sábado, 25 de septiembre, estoy de regreso en el sillín, rumbo a las montañas. Pero antes de salir de la ciudad, encuentro unos dificultades de orientación. Escojo un lugar malo para pararme y preguntar a un taxista poco útil por el camino justo. Solo unos segundos pasan, y alguien ha rasgado el reloj fuera de mi muñeca. Bajo la bicicleta y persigo los dos jovenes que intentan largarse con mi propiedad. Antes de alcanzarlas, tiran el chronómetro, y yo recojo la aprobación de los espectadores. De algún modo, por fín, encuentro la carretera buena. Esta noche hago un descubrimiento raro: un camping. Puedo comer con una clase de preparatoria que pasa el fín de semana allí, pero la mañana, tengo algo de trabajo posando con la gente para fotos.

Hoy, la carretera es más empinada. Paso la noche en un dormitorio en San Mateo. Uno de los huéspedes llega tarde, temblando. Le presto mi chaqueta para que se calente. Me sorprende un poco que este hombre aún duerme con él. Infortunadamente, durmiendo, no acerto su salida, y mi ropa también ha desaparecido. Con mi ultimo jersey puesto, continuo subiendo por un barranco profundo. Por mediodía, empieza a lloviznar. La lluvia se vuelve siempre más fría y - blanca. Para no congelarme, empujo la bici hasta llegar a Casapalca, donde paso la noche en un restaurante.

El próximo día, con mejor tiempo y por un paisaje un poco azucarada, por fín llego a Ticlio, el punto más alto a casi 5000 metros, pero tengo la respiración rápida, el pulso alto y un leve dolor de cabeza. Un día más, y arribo a Hunacayo, una pequeña y agradable ciudad. Cuando voy a la compra, descubro la attracción más agradable trabajando en una tienda de optica. Salgo con ella, y esta misma noche nos enamoramos uno del otro. No me voy de esta ciudad como planeado, pero me quedo dos días m´s, por razones evidentes.

Continuo manejando, con tiempo caprichoso, al 3 de octubre, y puedo plantar mi carpa en la entrada de una pequeña escuela. El día siguiente, la gente de los pueblos cercanos se reune a lo largo de la carretera para ver - no a mí, pero a la carrera de automóviles. Y tienen algo de diversiíon conmigo pasando además. Otra noche en la escuela, esta vez adentro de la sale de calses, en Mantacra. No es fácil librarme de todos los niños curiosos que me visitan, pero por fín tengo éxito con muchos explicaciónes sobre Suiza, una lección de inglés y unas vueltas de juego de cartas. Unos días más pasan en grava a lo largo del valle del Mantaro hasta que llego al históricamente importante Ayacucho. Me quedo solo por un día y entrego mi portaequipajes delantero para un trabajo de soldadura extenso. Y no estoy de mi mejor humor, echando de menos mi grande amor.

Hay más grava adelante y las cordilleras parecen estar a ángulos rectos con la carretera. Varios puertos con más de 4000 metros alternan con valles bajos. Estes días afirmo que aún los mejores mapas peruanas no son muy exactos. Un día hago 160 kilómetros en el mapa y solo la mitad de eso en la pista. Algunos sucesos placenteros interrumpen el trabajo ardo en los pedales: Antes de salir de Andahuaylas, recibo la bendición de un creyente ansioso. El próximo día, la suspensión del portaequipajes quebra otra vez, pero un granjero pasando en su tractor asume mi trabajo de reparación. Dos días más tarde, me quedo con la policía en un puesto de control - trocamos almuerzo por lecciónes de inglés y de alemán. Eso sucede después de un tremendo cambio de la condición de la carretera. En la nueva pista principal, impecablemente pavimentada, domino la ultima salida antes de llegar al llano alto y a Cusco el 17 de Octubre.

No es la estación punta, pero la ciudad todavía está reventando de turistas de todas partes del mundo. La esplendida ciudad vieja y la copiosa vida cultural más que justifican una permanencia, y como en todos lugares que viven del turismo, la gente local sabe como espumar su parte del ajetreo, por ejemplo con un menú «internacional» al precio doble. Otro ajetreo está pasando en mi estómago. Dolor y diarrea intermittente por unos días no me dejan hacer la excursión planeada a las ruinas de Machu Picchu.

El viernes, por fín, tomo el trén para Aguas Calientes, y la madrugada siguiente, antes de la salida del sol y antes de los primeros autobúses, camino hacia arriba a este sitio estupendo. Aún no estoy solo. Muchos excursionistas ahora mismo están efectuando su conquista del sendero de los incas (con ayudantes de acá, que llevan el equipo). Pero las verdaderas masas solo llegan algunas horas más tarde con el trén de la mañana y agarran el lugar. Vuelta a Cusco. Después de otro día de descanso, dejo la ciudad atrás. La ruta casi llana, comparado con las semanas pasadas, va a Puno y al lago Titicaca, donde los bichos del esómago atacan de vuelta. Pués, yendo a lo largo de la orilla del lago, encuentro su salida en Desaguadero. El río del mismo nombre hace la frontera entre Perú y Bolivia.

La carretera a la Paz está en excellente condición, excepto los primeros kilómetros que todavía no están pavimentados. Justo antes de llegar a la capital, el tiempo muestra, otra vez más, su rostro feroz: viento fuerte y lluvia fría, casi nieve. Pero pronto arribo al borde del Alto, y una larga bajada lleva al centro quedandose abajo al fondo de un valle. A lo largo de las callejulas rodeando mi hotel, hay inumerables puestos, donde se puede comprar por poco todo lo que se necesita a precios aún negociables. Pero primero, necesito dinero boliviano.

Hoy es día de la muerte, pués, también los bancos están muertes. Y igual las maquinas. Sin embargo, los cambistas están vigilantes a un buen negocio, como siempre, y no quieren entregar la pequeña moneda. Entonces, primero, voy por una pizza grandote a credito, y por fín recibo un tipo de cambio decente en un restaurante. Otro negocio es el paquete que quiero mandar a mi casa, un procedimineto bastante largo envolviendo las autoridades de defensa contra la droga, la aduana y los servicios postales. Y por fín, tengo que decidirme por un vuelo que sale del continente. Escojo a un traspaso Lima - Tokyo. De todas maneras, quiero regresar a Lima. Hay alguién que etá esperandome - en Huancayo.

El sábado, 6 de noviembre, salgo de La Paz, y un pasaje sigue el otro. Cruzar la frontera al Perú pasa sin tropiezo ninguno, pero quando dejo el próximo bus, olvido mi ultimo jersey, y la noche entre Puno y Arequipa lleva unas horas insomnias, debido a una urgencia y un baño faltando. Las tarifas para el transporte de la bicicleta son totalmente opacos: A veces, hay ninguna carga, a veces, el regatteo empeza al nivel de un pasaje de persona. Martes, madrugada. Llego a Huancayo. Mi enamorada está esperandome a la parada. Nos damos un abrazo firme.

Dos semanas más tarde, nos encontramos en el aeropuerto de Lima. Mi avión está para irse. Una ultima mirada, y la sala de salida me traga. Con lagrimas en los ojos, llego al control de seguridad, donde declaran mi cuchillo de cocina una arma peligorsa, que no se permite en la cabina. Me dan un recibo. Y unos minutos después, también recibo mi cuchillo - de una empleada de mi aerolinea. Intento amable, pero no logran animarme. Sigo llorando a bordo. Mi hospedaje para la noche en Atlanta está incluido en el pasaje aéreo. Me siento algo perdido en le gigante cuarto de este Sheraton. Mi próximo vuelo sale del continente. En medio aire, el miercoles se hace jueves. Tocamos la tierra japonesa en la tarde. Junto mi bicicleta durante la alba temprana. ¿Dondo podría pasar esta noche?

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© 19/1/2000 albano & team