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De San Diego a Oaxaca

Noviembre, diciembre, enero en México

albano, Ciudad de Panamá, Mayo de 1999

Una de mis primeras experiencias después de pasar la frontera a México es el encuentro no querido con un puñado de hombres tentando atraversar de noche la frontera verde (o mejor gris) en Tijuana. Resulta que ellos son mucho menos peligrosos de lo que su reputación hace creer. Sin embargo, cuando ofrezco comida, la cantidad de mis "amigos" salta de manera exponencial. Qué cambio de alrededores. Hay mucho más polvo a lo largo de la carretera que de otro lado y montón de perros flocos y vagabundeandos. Los restos pastosos de algunos de ellos son dispersados en el camino.

Necesito unos días para cruzar el Desierto central de Baja California, un lugar apartado, apenas poblado por el hombre, tanto más por una variedad de cactos y por peñascos enormes. Esta soledad es bruscamente interrumpida cuando la carrera de motorismo Baja 1'000 (leguas) me pasa en San Ignacio. Por toda una noche, los pilotos llegan con sus máquinas dacaidas de dos y de cuatro ruedas y los mecanicos dan su mejor para arreglarlas.

Más desierto y algunas playas maravillosas se muestran en mi camino para La Paz. Antes de llegar allí, paso una noche en mi tienda de campaña junto a un puesto de policía, otra en el jardín de una casa parroquial. El transbordador nos lleva, a mi bicicleta y a mí, a Mazatlán en la tierra firme de México. Los días restantes del noviembre, lucho con el trafico despiadado en la carretera hacia Tepic. Los dos carriles son apenas suficientemente anchos para dos camiónes cruzandose, y mucho menos para dos camiónes y una bicicleta. A vez de subir a Tepic, me quedo en la costa y me interno en un paraíso con palmeras y puestas del sol que compiten con las mejores vistas de tarjetas postales.

El diciembre empeza, y visito a unos amigos en Sayulita, un balneario pequeño y tranquilo. Puerto Vallarta, por otra parte, mi proxima parada, está reventando de turistas, tanto del norte, como de México mismo, buscando sol y diversión. Hoteles desolados y discotecas ruidosas son la consecuencia. Aun más ruido se produce en honor de la Virgen de Guadalupe. Las procesiónes en este tiempo del año son acompañadas por detonaciónes ensordercedores.

Mi viaje continua para Guadalajara. Primero, eso significa dos días de camino de grava, parcialmente comparable con un cauce, hasta que llego a Mascota. En una carretera considerablemente mejor voy hasta Tala, donde monto mi tienda en un pequeño parque infantil con chicas así amables viviendo cerca que estoy para enamorarme, cuando salgo el día siguiente. El centro historico de Guadalajara está dominado por la ostensiva decoración navideña. El quarto de mis vecinos en el hotel está dominado por los gemidos lascivos de la mujer. Puedo ensayar las diferentes pronuciaciónes, cuando encuentro dos estudiantes de intercambio españolas, y las diferentes cervezas, cuando soy invitado por un conserje.

A mediados de diciembre, visito brevemente la Laguna de Chapala, y continuo hacia el este hasta llegar a Morelia, después de un final semejante a una carrera. Allí veo es vivo mercado de domingo, estendido por toda la caracteristica ciudad vieja con sus numerosas iglesias y el acueducto coronando. En la próxima etapa, atraverso un terreno verde y accidentado, puedo quedarme una noche con una familia joven y llego a Zitácuaro, donde mit bicicleta pasa por una avería bastante grande: Uno de estes cerritos a través de la carretera, determinandos a frenar el trafico, hace los rayes coger una barra del portaequipajes, delantero reparado improvisadamente. La rueda bloquea, yo choco contra el suelo y la bicicleta necesita un mecanico.

Dos días más tarde, estoy nuevamente en la carretera con una nueva horquilla y una nueva llanta, después de haber pasado la Nochebuena con una familia local. La próxima invitatión espontánea me sorprende en Toluca, más que 3'000 metros sobre el nivel de mar. Me quedo dos noches en el hogar de un traductor. Entre ellas, subo al volcán cerano en bicicleta, y se me lleva por el lugar. La Ciudad de México es gigantesca y así es su eje una plaza calva. Recorro el centro por un día. Allí el trafico está bastante lento, pero non en las autopostas de varios carriles que ligan la capital con el resto del país. Después de otra noche en un jardin privado, 1998 termina con la visita de las sorprendentes pirámides de Teotihuacan.

Con una indigestión atormentandome, soy guidado hacia Puebla por diferentes ciclistas, pasando el majestuoso y siempre activo Popocatépetl y su compañero más pacífico. Uno de mis guías me da refugio, y el próxima dia entro en la ciudad. El hotel barato, en cual caigo, te facilita, como opción una coinquilina. El ofrecimiento adicional pertinentemente embalado está exhibido en el angosto hueco de la escalera, lo que hace subir la bicicleta más bien espinoso. Esta noche, me vuelvo un poquito bebido, debido a una vuelta por diferentes bares con conecedores del lugar. La noche que viene, puedo quedarme con uno de estes amigos. Luego, una carretera muy frecuentada y, más tarde, un valle con una larga subida en su extremo me llevan a Oaxaca.

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© 9/6/1999 albano & team